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FACARA

Federación de Asociaciones y Cámaras de Ascensores
de la República Argentina

Federación de Asociaciones y Cámaras de Ascensores de la República Argentina

LOS MIEDOS DE SUBIR Y BAJAR

De donde todos queremos salir

Viaje breve, pero eterno – ¿Por qué actuamos de manera extraña y mecánica en el ascensor? Una investigación explica los miedos de quien va hacia arriba y hacia abajo.  Esencialmente dos: la cercanía extrema de desconocidos y la claustrofobia.

Es el medio de transporte más usado en el mundo: todos subimos a bordo, muchos de nosotros lo hacemos cada día, varias veces. Y sin embargo, apenas entramos damos la impresión de no ver la hora de salir. Generalmente esperamos taciturnos, incómodos, preocupados o fastidiados que el viaje termine.

soñar-con-un-ascensor-que-caeEl ascensor revolucionó las ciudades, pero los seres humanos nunca lograron adaptarse por completo. Ahora, un estudio universitario trata de explicar por qué no le gusta a nadie, analizando comportamientos, estrategias y características de este microcosmos social que va hacia arriba y hacia abajo.

“Es un lugar interesante desde el punto de vista sociológico, y también es causa de graves malestares psicológicos”, afirma el profesor Lee Gray, de la University of North Carolina, conocido como “the elevator guy” (el señor ascensor) y autor de la investigación en cuestión.

La ansiedad suscitada por el ascensor puede ser de dos tipos, según su estudio. La primera es una variante de la claustrofobia: la sufren todos los que se sienten mal en un ambiente estrecho, más aún en movimiento y sin nadie que lo maneje visiblemente, maniobrado por cables, cuerdas, poleas, bombas hidráulicas de los cuales el pasajero siente la presencia pero no los puede ver.

El segundo miedo depende de la violación del propio espacio vital: en la gran mayoría de las situaciones sociales, nos encontramos siempre a un brazo de distancia de la persona más cercana. En el ascensor, la distancia puede reducirse hasta desaparecer. Esto explica por qué la gente, cuando entra, se dispone según una etiqueta casi siempre igual: dos pasajeros se sitúan en los ángulos opuestos, si llega un tercero se forma un triángulo, un cuarto da origen a un cuadrado, el quinto se sitúa en el medio.

“Como en las caras de los dados”, resume el profesor Gray. Y la mayor parte de nosotros, así dispuestos, pasa el tiempo del ascenso o del descenso mirando hacia abajo, hacia arriba, mirando fijo a la pared o el reloj o el celular, evitando mirar al prójimo a los ojos.

Si bien son los antiguos romanos quienes pueden reivindicar la invención del ascensor (siglo I d.C., con un sistema de pesos tirados por animales), como transporte de masa se desarrolló sólo a fines del 800, al principio en hoteles y grandes tiendas, luego también en las casas particulares.

Sin el ascensor -nota una investigación del New Yorker-, las ciudades no se habrían desarrollado en vertical: no hubiéramos tenido el rascacielos y tampoco el condominio, así que la densidad urbana hubiese sido más baja y el fermento cultural también.

El cine (piensen en Bruce Willis en “Duro de matar”) ambientó escenas terroríficas. En Disneyworld, hay un viaje en ascensor que deja sin aliento (Hell Motel). Pero como observa la BBC, es más seguro que cualquier otro medio: el año pasado, en los EE.UU. murieron 26 personas en accidentes de ascensor, el mismo número que muere en accidentes de auto cada 5 horas.

En Nueva York, ciudad vertical, hay 58.000. La Otis Elevator Company, la más grande empresa de ascensores del mundo sostiene que en los suyos viaja cada 5 días el equivalente de la población mundial total. También existen los “smart lift” o ascensores inteligentes: nada de botones, saben a qué piso ir. Pero quien se encuentra adentro no ve la hora de salir.

Traducción: Marisa Di Benedetto

Fuente: http://www.clarin.com/buena-vida/tendencias/pequeno-mundo-llena-tics-ansiedad_0_792520919.html